En el centro de una placita, de mi barrio,
había un precioso y añejo árbol. El árbol tenía ramas muy largas para los
costados y también para arriba. Parecía un poquito, a unos brazos locos que
invitaban a los niños a subirse a él.
Pero el árbol, que ya era muy viejito, porque tenía 103 años, estaba un poquito
triste. Resultaba ser, que de tan abuelito que era, de tan pero tan requete,
tan gordo que estaba – Pues había bebido mucha lluvia decían - , le pusieron
una cerca a su alrededor...con un cartel. Pero como el no sabía leer... Estaba
más y más triste, porque era un abuelito sin la alegría de sus chiquitos.
Un día el árbol escuchó, - porque saben oír muy bien ellos, eh! - que alguien
leía el cartelito: - “Árbol centenario. Monumento histórico nacional. Plantado
por...”
Pero al árbol no le interesaba nada de esas cosas, el quería oír risas y sentir
cómo se trepaban los chicos... oír los secretos que le contaban... pero no le
gustaba nada cuando las personas grandes le hacían daño, escribiéndolo o
rompiéndolo.
Tanto tiempo había pasado... que el árbol ya se había cansado de esperar.
Cuando esa tarde de primavera, un chiquito, llamado Eloy, de unos 10 años, pasó
la cerca. ¡Qué contento se puso el árbol! Tanto, que escuchen bien lo que pasó:
Eloy fue a buscar a su amigo Nicolás, para no estar tan solito. Treparon a una
rama que iba para el costado del sol y se quedaron recostados contándose
cosas... pequeños secretos de cosas que les gustaría hacer.
El árbol escuchaba todo y se reía con sus hojas alegres. Entonces pensó que
sería una linda idea hacer un poquito de magia.
Eloy le contó a Nicolás que él quería poder ganar muchas veces a las bolitas
para que José no se riera más de él en el colegio, y así Agustina se haría su
amiga.
Al día siguiente misteriosamente, Eloy ganó en todos los recreos a las bolitas
y Agustina le dijo que lo había hecho muy bien y le regaló una bolita preciosa.
Eloy estaba muy contento y guardó esa bolita como "la bolita de la buena
suerte"
Esa misma tarde, después del cole, fue saltando y cantando de alegría al árbol,
a encontrarse con Nicolás y le contó todo lo que pasó.
Así, el árbol escuchó todo y estaba muy feliz, ahora se reía muy fuerte con sus
ramitas y sus hojas... - La magia funcionó! se dijo el árbol.
Nicolás también le contó lo que quería hacer con muchas ganas y fue así como el
árbol abuelito se convirtió en el ÁRBOL MÁGICO, el que concedía los sueños.
¿Te gustó?...
Solo decir que lindos niños!!
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