miércoles, 13 de julio de 2016

Carta de Sophia a Cecilia: "Cafecito en París" (Turisteando p.2)

 
Románticos, bohemios, elegantes, literarios, los bares forman parte de los rituales infaltables de los franceses, que pasan horas y horas en sus mesas.


Mon cher ami Cecil.
Comme tu me manques ami !! Je manque ces bons moments que nous avons utilisés pour aller avec le café entre les deux, et des conversations sans fin ... toujours  J’espère que vous pouvez réaliser votre rêve, et nous prenons le café ici.
Donc, aujourd'hui, je vais vous dire le plaisir d'un café à Paris ... A continuación, la traducción :

Mi querida Amiga Cecilia.
Cuanto te extraño amiga!! Extraño esos agradables momentos que solíamos pasar, con café de por medio, y de conversaciones interminables... Aún espero, que tú puedas cumplir tu sueño, y nos tomemos el café aquí.  Por eso, hoy te contaré del placer, de un cafecito en París:
C uando llegué a París por primera vez, estaba sola. Ese día caminé toda la tarde, recorrí sus calles y crucé varios puentes sobre el Sena, el rio que divide a la ciudad en dos y marca algunas diferencias y costumbres sociales, excepto un ritual que no es ajeno a ningún rincón de París: los cafés.
Hoy, hace un año y medio que vivo aquí y me sigo sumergiendo en sus estrechas calles para terminar en alguno de sus bares, como el Café du Métro, sobre el Boulevard Saint-Germain, tan lindo como el Café Crème, en el Cartier Le Marais, pero diferente.
Rodeando plazas pequeñas y escondidas, a lo largo de las callejuelas parisinas o de los grandes bulevares, los cafés invitan a sentarse, a compartir una costumbre cotidiana con amigos, con compañeros de la universidad, o simplemente sola. Es el lugar donde se produce ‘el encuentro’ con el otro y con uno mismo. En sus mesas la gente lee el diario, estudia, hace música, dibuja, reflexiona… Entre un café au lait o un expresso, los parisinos y los extranjeros disfrutamos el sol en sus terrazas. Aquí, un café es mucho más que eso.
 Debe de haber pocos símbolos más parisinos que sus cafés, boulangeries (panaderías) y pâtisseries (pastelerías). De los más antiguos y cargados de historia a los más populares o de última moda, los bares van desde una mesita improvisada dentro de un local de paso hasta grandes edificios en los puntos centrales de la ciudad. En cualquier caso, la costumbre es salir de alguno de ellos con una baguette crujiente o con un paquete de croissants recién horneados. 

 

Los cafés en París nunca están vacíos; cuando caminas por las grandes avenidas o por las callecitas angostas, ves a la gente sentada, leyendo el diario, tomando su expresso al regreso de la panadería. ¿Horarios? No hay; están ahí desde la mañanita hasta la noche… mientras la baguette recién comprada descansa sobre la mesa.
¿Por qué los habitantes de la Ciudad Luz son tan fieles a esta costumbre? Se parece a un hábito bien nuestro: Puedo compararlo con los cafés porteños o con el mate, que nosotros tomamos en casa, en el trabajo, en la universidad… hasta invitamos a nuestros amigos a tomar mates. Es una manera de compartir, de contarle a alguien lo que nos pasó en el día o, simplemente, de sacarnos las ganas de tomar algo rico.
Dicen que en París hay más de 10.000 cafés; hay uno en cada calle, en cada museo, en cada librería, en cada esquina. De cara al sol o en el interior de un edificio, bastará con pedir un petit noir (café con una gota de leche), un grand crème (café con leche), una tisane (té de hierbas) o un jugo de naranjas recién exprimidas, para suspender el pensamiento y disfrutar de l’art francais de ne rien faire, del arte de no hacer nada, de ese ocio tan celebrado por los poetas franceses de todos los tiempos. El aire huele a café. 

 

Christiane Michels es fotógrafa, oriunda de París y, claro, ama los cafés. Sobre todo, muy temprano a la mañana, cuando todavía no hay nadie y las sillas aún están apiladas. Me contó. “A los parisinos nos gusta parar en los cafés para descansar o para encontrarnos y charlar con amigos. A la mañana elegimos café, croissants  y sándwiches. Si no, sólo tomamos un café en la barra.”  



Hay cafés en todas las cuadras y casi todos tienen mesas en la vereda para tomar sol. En los bares del centro de París, el público típico son los turistas, la gente de negocios, las amigas que se encuentran a la tarde y las parejas de gente mayor que va a tomar algo después de ver una película. A la hora del almuerzo, todo tipo de gente hace una parada para comer algo. 

 

“Los franceses amamos los dulces y las masas, y los elegimos tan cuidadosamente como la ropa.

 

Hay algunos cafés que parecen haber estado desde siempre y ahora son reconocidos como verdaderos monumentos parisinos. Son muy famosos, por ejemplo, los literarios, como De Flore, Deux Magots, La Closerie des Lilas, La Coupole y La Rotonde, a la izquierda del Río Sena. A la derecha, son un clásico Le Grand Café y el Café de la Paix. 

 

¿Los acompañamientos? Si todavía corre una brisa o el frío avanza, un chocolat chaud  (chocolate caliente) con una brioche (bollo dulce), un pain au chocolate (una especie de factura rellena con chocolate) o una tarte tatin con su perfume de manzanas tibias puede depararnos el cielo, al igual que los clásicos  sandwiches de jamón y queso croque monsieur, los dulces crêpes Suzettes, los tradicionales macarons o una quiche lorraine, exquisita tarta salada de queso y panceta.



Una vez, le pidieron a Jorge Luis Borges que contara qué significaba para él la poesía. Y el escritor contestó sin eufemismos: “Señora, ¿Cómo definiría usted el olor a café?”.
Y por último, te dejo el siguiente video, para que recorras los Café en París…
                                                                 Te espero…   A bientot!
                                                                                                          Sophia. 


                               




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