domingo, 6 de octubre de 2019

Cuando posees luz en el interior, la ves externamente .


Esta historia que les contaré, es de cuando yo era una niña; de cuando un día, al mirar al cielo, descubrí mi luz interior, al ver el brillo de una estrella. Te confieso que esta historia está inspirada en la que me contaba mi madre, con paciencia y cariño, tantas veces como fuera necesario. Siempre le estaré agradecida por enseñarme a tener valor de seguir mi estrella y a valorar mi luz interior. 

«Cuando posees luz en el interior, la ves externamente».  -Anaïs Nin- 


Yo era una pequeña niña de grandes ojos marrones y de cabello oscuro, a la que le gustaba mucho jugar con mis hermanos varones. Solíamos jugar a la escondida en la vereda, a la tardecita noche, con amigos vecinos, porque en la oscuridad, podíamos ocultarnos con facilidad.  Era mi juego favorito, y la mayor parte del tiempo, me la pasaba buscando: cuando me tocaba esconderme, buscaba un escondite cercano, porque me cansaba cuando corría grandes distancias, y no llegaba a tiempo para picar.
Pero no me importaba «perder». Mis hermanos solían buscar escondites muy originales: entre los árboles, tras los autos estacionados, incluso algunos de ellos se intercambiaban las camperas intentando hacer trampas… todos aquellos pequeños detalles me hacían reír y disfrutar del juego.
Hasta que un día llegó una amiga de mi vecina, quien se integró a la pandilla, y no paró de meterse conmigo porque perdía, al mismo tiempo que insistía para que buscara un escondite más lejos. Ante aquella actitud, me empecé a molestar, y a sentirme triste; pero, a pesar de ello, seguí jugando.
Finalmente, ante la insistencia de esa niña, acepté esconderme en el parque, lejos del lugar al que había que correr para salvarse. Aquella vez no perdí, pero llegué a la meta tan agotada, que tuve que dejar de jugar y volver a casa.
Mientras caminaba a casa, comencé a llorar.  Al entrar, mi mamá me vio y me preguntó: -¿Por qué lloras hija? – Y yo le explique lo que ocurría con esa niña nueva. No podía parar de llorar, y de repetir, que era distinta a los demás, y que me sentía sola, que me hacían a un lado.
Mi mamá me tomó de la mano y sin decir nada, salimos al balcón;  frente a nosotras brillaba una estrella, era la estrella más brillante de todo el cielo, pero parecía encontrarse sola, no se veían otras estrellas a su alrededor. Mi mamá sacó un pañuelo blanco y suave de su bolsillo, y secó mis lágrimas. Me tomó con firmeza y dulzura de la barbilla, y levantó mi cabeza, al mismo tiempo que señalaba aquella estrella.

¿Ves esa estrella?– me pregunto, con una sonrisa en los labios.
Sí, es muy bonita y brilla mucho. –Respondí con gran curiosidad.
Esa estrella eres tú. – Dijo ella muy convencida.
¿Pero mamá, esa estrella está muy sola?
No está sola, solo que brilla con tanta fuerza, que las demás estrellas no se pueden ver, pero aunque no las podamos ver, están ahí.
¿De verdad tengo tanta luz? – Dije secándome las pocas lágrimas que aún brotaban de mis ojos y comencé a sonreír.
Tienes tanta, que algunas personas se asustan. Pero otras, te querrán precisamente por tu luz. Nunca dejes de ser tú, mi querida. Tú vales mucho.
Gracias mamá. Te quiero.- La besé, y le di un fuerte abrazo.
Desde aquel día, cuando me sentía triste, mi mamá me acompañaba al balcón para que pudiera ver la estrella y recordara su luz.

Poco a poco, fui creciendo. Y aprendí ir sola al balcón en busca de esa estrella.
Con el tiempo me bastó mirar al cielo y, se encontrara donde se encontrara, siempre encontraba la estrella, que me recordaba su luz. Hoy ya soy una mujer, y gracias a esa historia, nunca olvidaré que mi estrella sigue brillando en el cielo, guiando mi camino.
Esta historia me recuerda, que fue necesario vivir un momento de oscuridad, para poder ver la luz.

«Para que la luz brille tan intensamente, la oscuridad debe estar presente».  -Francis Bacon-

Las estrellas siempre han guiado a la humanidad cuando se siente perdida, dibujando mapas en el cielo. Su brillo nos recuerda lo pequeños e insignificantes que somos, y al mismo tiempo nuestra grandeza. Ver brillar las estrellas con más fuerza, cuanto mayor es la oscuridad, nos hacen entender que los seres humanos podemos llegar a brillar con luz propia.
Esto me demostró, gracias a la ayuda de mi mamá, ver mi luz interior reflejada en el brillo exterior de una estrella. Comprendiendo así, que no debemos dejar que la opinión de otras personas, interfiera en nuestra forma de ser, y disfrutar de la vida.   
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