Hoy me he enterado de algo que vendrá bien para
aquellos que se niegan a externalizar sus emociones, los que siempre piensan en
la compostura. Siempre he dicho que si tenemos la facultad de reír y llorar
¿por qué privarnos de ello? Yo suelo reír con total desenfado, si he de reír
una broma o un evento feliz lo disfruto al máximo, y si he de llorar, lloro con
total libertad, no quiero guardarme en el corazón lágrimas que me hagan sentir
frustrada o herida por mucho tiempo. Mejor las dejo correr y que las lleve el
viento, suena poético, lo sé. De todas maneras estudios recientes afirman que
llorar le hace bien al alma.
Esto no es nada nuevo, ya que seguro que tú lo has
sentido por ti mismo, cuando agobiados por los problemas un día nos dejamos
llevar por las lágrimas, cuando hemos perdido alguien que nos era importante,
las lejanías, las cercanías que duelen, las frustraciones, las pequeñas
victorias y las grandes derrotas, que hemos llorado, claro que sí… Pero no es
lo que debemos hacer según los que piensan insisto, que debemos ser siempre
controlados, que las lágrimas son una debilidad…
No pensemos tampoco en aficionarnos al llanto, la
vida requiere también de entereza, pero cuando queremos llorar porque nos
sentimos derrotados, por qué no dejar que esas lágrimas nos liberen del
sentimiento, por qué negarle a la felicidad, unas lágrimas que siempre emanan
fácilmente y que luego parecen extinguirse sin más… Dicen que después de la
tormenta viene la calma, llorar es saludable por cuanto nos libera de la
frustración y el estrés, que lo dicen los expertos, y después de llorar seguro
nos sentiremos mejor… Aunque las cosas no cambien por una lágrima, siempre
podemos y en eso estarán de acuerdo conmigo, retomar con más calma, el empeño
de la vida… Llora que es sano, y llora porque eso alivia el alma. “Emociones
expresadas, emociones superadas”
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