A veces, las personas huyen sin más explicación, dejándonos desolados
por una ausencia cruel e inesperada que le da un vuelco a nuestra vida.
Cuando esto ocurre, no nos podemos imaginar nada peor, más rastrero y más
egoísta que la ofensa que acaban de realizarnos. Entonces, después de contener nuestro enfado
y nuestra rabia, empezamos a pensar que no nos lo merecemos y que es injusto.
Al mismo tiempo una nube cargada de tristeza y de reproche se cierne
sobre nosotros, generando una oscuridad con la que intuimos que tendremos que
convivir una buena temporada.
En esa oscuridad conoceremos la decepción, el desencanto, el engaño y
la incredulidad. Sin embargo, cuando
caemos en ese abismo, significa que está cerca la libertad pues si alguien nos
ha dejado de esa manera, no merece nuestra compañía.
Vale más un desengaño que vivir
en una mentira
Cuando alguien se marcha sin más hay algo dentro de uno mismo que se
rompe. Es probable que no acertemos a saber qué es lo que se ha quebrado pero,
sin embargo, nos duele muchísimo.
No obstante, los desengaños son menos dolorosos si conseguimos
salvaguardar nuestra integridad. Por esta razón, aunque sustituir el amor a los
demás por el amor propio es un proceso duro, la verdad es que estaremos
cambiando a un insufrible tirano por un buen amigo.
Asimismo, cuando una persona nos abandona injustamente, cuando nos
dejan sin explicación ni mediación, podemos estar seguros de que el día de
mañana le penará habernos perdido.
Como dicen, el que nada, no se ahoga, y si alguien se ha ahogado es
porque no quiso nadar, porque no estaba a nuestra altura, o porque su grado de
madurez emocional le impedía ver que hay millones de maneras mejores de decir
adiós, o de arreglar las cosas. En definitiva, huir vilmente no es la solución
valiente, sino la cobarde, la amarga, la desagradecida.
¿Qué hacer cuando alguien
desaparece de nuestra vida?
Cuando alguien desaparece de tu
vida, puede que no vayas a volver a ver a esa persona nunca más, o si podrás
decirle todas las cosas que te quedan, que te gustaría decirle. Coges papel y
lápiz y escribes una carta. Que puede ser eterna o puede ser una palabra. Se la
escribes a esa persona que se fue, pero no, no la mandas, la doblas y la acercas
a una llama y la quemas. Se la lleva el viento y así el dolor no se te queda
tan dentro.
Federico Moccia
Cuando alguien nos deja de esta manera, iniciamos una pelea interna en
la que nos debatimos entre “esperar a que vuelva con el rabo entre las piernas”
o “reiniciar nuestra vida y reaprender a convivir con nosotros mismos”. Esto
último entraña un sinfín de dificultades que tenemos que superar, ya que no
sabemos hacerlo.
Es probable que, en estos casos, se nos queden muchísimas cosas por decir.
El dolor, los reproches y todas nuestras emociones no pueden quedarse dentro de
nosotros mismos, debemos de sacarlas de alguna manera, aunque sea imaginándonos
que tenemos a esa persona de frente, aunque sea rasgando papeles o golpeando
cojines.
Una de las mejores opciones es escribir una carta a quien te lastimó
en la que le explicas cómo te ha hecho sentir antes y después de su partida.
Tras hacer esto, lo mejor es deshacernos de ella, pues hacerlo será la mejor
manera de liberación.
¿Cuál es el último paso para
liberar el dolor?
Cuando mantienes tu
resentimiento hacia otra persona, estás amarrado a esa persona o a esa
situación, por un vínculo emocional que es más fuerte que el acero. Perdonar es
la única forma de disolver ese vínculo y lograr la libertad.
Catherine Ponder
Después de escribir nuestra carta y de liberar nuestros sentimientos y
emociones, le llega el turno a perdonar. Darle alas a nuestro sufrimiento será
la única forma de no hacer de nuestro cuerpo la tumba de nuestra alma.
Porque detrás de nuestro coraje, nuestra rabia y nuestra ira ante la
huida de alguien sin escrúpulos, se esconde una gran tristeza, una infinita
humillación y la más dolorosa decepción. Por eso, liberarnos de estos
sentimientos supondrá para nosotros dejar de caminar por el borde de un volcán
en activo.
Pase lo que pase, de lo que no nos tenemos que olvidar nunca, es que
toda experiencia dolorosa encierra dentro, una gran semilla de crecimiento y de
liberación.
Este artículo fue redactado y avalado por la psicóloga Raquel Aldana
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