Me encontraba un día sentada junto a la ventana,
mirando sin mirar, con mis pensamientos muy lejanos, sin percibir siquiera,
nada de lo que ocurriese en esa habitación.
Mi rostro, mostraba tristeza, dolor y a punto de
llorar, siento un suave apretón en mi hombro derecho, y me trae de vuelta a la
realidad. Era la mano de papá, grande y pesada; y en el acto, preguntó, ¿que te
ocurre?...
Los dos, éramos muy parecidos; introvertidos, de
poco hablar y guardar mucho en nuestro interior. Pero en ese instante, sentí
que con su mano suave, me invitaba a apoyar mi corazón, sobre ella, para
ayudarme a sanarlo.
Y le dije: Papá, tu sabes que no soy rencorosa,
pero me duele tanto, y siento impotencia, por la traición y el mal proceder, de
quien yo consideraba una buena amiga y compañera. Se que la ambición y el poder
la tentaron, y sus celos o envidia afloraron, traicionándome e hiriéndome
mucho. Ella sólo pensó en su bien, sin importarle, el mal que me causaba.
Papá dijo: debes aprender a Aceptar, Perdonar
y Liberar. ¿Cómo?...
Te cuento una historia que escuché un día, que
puede servirte de ejemplo:
La historia cuenta, que en Aceperli, un pueblito
muy pintoresco y cálido, era el mejor lugar donde se podía vivir alegre, y las
fiestas allí, llenaban de luz las noches y todos disfrutaban de sus festejos.
En aquel pueblito sólo había una ley:
"perdonar a todos". Y nunca tuvieron problemas con esa regla, hasta
que un día, en la familia Funes,
Martina, hirió sin querer a su hermano Leo, y éste sufrió tanto que no
quería perdonarla. Pidió a su padre que reuniera toda la familia en el consejo
del pueblo y revisaran aquella ley. Todos estuvieron de acuerdo en que no
habría problema por relajarla, así que se permitió una única excepción por persona;
si alguien se enfadaba de verdad con alguien, no tenía por qué perdonarle si no
quería. Y así siguieron hasta la gran fiesta de la primavera, la mejor del año,
pero esta vez, resultó un grandísimo fracaso: sólo aparecieron la familia
Gómez y unas pocas personas más. Entonces
el señor Gómez decidió investigar el asunto, y fue a ver a Leo Funes. Este le
dijo que no había ido por si iba Martina, a la que aún no había perdonado. Luego
Martina dijo que no había ido por si iba Silvia, a la que no había perdonado,
por haber revelado una confesión que le había formulado. Silvia tampoco fue por
si iba Joaquín, a quien no había perdonado por haberle mentido muy
descaradamente… y así sucesivamente todos contaron cómo habían dejado de ir por
si se presentaba aquel a quien, no habían perdonado. El señor Gómez entonces
convocó la asamblea, y mostró a todos cómo aquella pequeña excepción a la ley,
había acabado con la felicidad del pueblo.
Unánimemente decidieron recuperar su antigua
ley, "perdonar a todos", a la que añadieron: "sin
excepciones".
Entonces a este cuento, papá agregó:
El perdón se basa en la aceptación de lo que
pasó. Muchas veces creemos que el perdón es un regalo para el otro, sin darnos
cuenta que los únicos beneficiados somos nosotros mismos.
No significa que estés de acuerdo con lo que
pasó, ni que lo apruebes.
Perdonar no significa, no darle importancia a lo
que sucedió, ni darle la razón a alguien que te lastimó. Simplemente significa
dejar de darle protagonismo, a aquellos pensamientos negativos que nos causaron
dolor o enojo.
La falta de perdón, te ata a las personas con el
resentimiento. El perdón es una expresión de amor. El perdón nos libera de
ataduras que nos amargan el alma y enferman el cuerpo.
La falta de perdón es el veneno más destructivo
para el espíritu ya que neutraliza los recursos emocionales que tienes. Te
tiene encadenado.
El perdón es una declaración que puedes y debes
renovar a diario. Muchas veces la persona más importante a la que tienes que
perdonar, es a ti mismo, por todas las cosas que no fueron de la manera que
pensabas.
La declaración del Perdón es la clave para
liberarte. Perdona para que puedas ser perdonado, recuerda que con la vara que
mides, serás medido… Alivia tu carga y estarás mas libre para moverte hacia tus
objetivos.
Estas sabias palabras y enseñanzas de mi papá,
las llevo gravadas en mi corazón, como una curita que cubrió mi herida;
poniendo a prueba así, que todos sus consejos, llevándolos a la práctica,
curaron mis heridas.
María Cecilia Fourcade
Galtier
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