Es como sacar agua de las piedras.
A los varones les cuesta
expresar lo que pasa en su mundo interior.
Para nosotras, ellos son los
reyes del monosílabo, campeones del dígalo con mímica. “No sé”, “Nada”, “Me da
lo mismo”. A veces, eso es lo máximo que podemos sacarles a los varones en una
conversación que tratamos de que sea clave, reveladora. Ellos, en cambio, se
sienten orgullosos de ser hombres de pocas palabras… justamente eso que
nosotras nos saca de las casillas.
Es un hecho; si de afectos se
trata, los varones hablan menos que las mujeres y les cuesta expresar sus
sentimientos mucho más que a nosotras, pero tienen códigos propios para
comunicarse, para contar lo que les pasa y para asumir compromisos en la
pareja. El desafío, entonces, será complementar nuestras características con
las de ellos para lograr un dialogo en el que se encuentren las formas
femeninas y masculinas, donde, además de las palabras, haya gestos, acciones y
silencios.
Para empezar a transitar este
camino que requiere apertura, comprensión y tener empatía para ponerse en el
lugar del otro, hablamos con el escritor Sergio
Sinay, quien nos aportó su visión como varón.
Los Acorazados
“Desde chiquitas, las mujeres
tienen una relación de familiaridad con la palabra, que los hombres no tenemos.
Ellas han sido estimuladas para decir siempre qué es lo que les pasa, lo que
sienten y lo que necesitan. En cambio, los varones no fueron preparados para
hablar de lo interior y solo hablan de lo externo, de lo social: pueden
conversar de mujeres, de política, de tecnología, de deportes, pero rara vez
cuentan qué es lo que les pasa”, opina Sinay.
En la mayoría de los casos, la
dificultad que tienen ellos para expresarse no se relaciona con que no quieran
hablar o estén cerrados a conversar, sino con un modelo de masculinidad
que sigue siendo dominante _ Y que se
sostiene entre varones y mujeres_, que establece que los hombres tienen que
dedicarse a proteger, producir y proveer. “Entonces, se convierten en alfabetos
emocionales y un analfabeto no es aquel que no lee porque no quiere, sino
porque no le han enseñado a leer”, explica el autor de La sociedad no quiere crecer y Masculinidad tóxica.
Este mismo modelo les exige a los
varones ser precisos y eficaces. Para ser de esa manera, ellos deben evitar
todo lo que los debilite; según la mirada masculina, las emociones los
debilitan porque los hacen dudar, los dejan expuestos y sienten que pertenecen
al universo femenino. Así, a fuerza de desconocer la sensibilidad como algo
propio, muchas veces los varones terminan por no saber cómo manifestar lo que
les pasa o lo que sienten.
“Hay una sola emoción que sigue
siendo aceptable en el varón, y es la rabia. Un varón enojado no corre peligro
de que se lo considere poco masculino, pero uno triste, que llora o que duda,
es sospechoso aún para las mujeres que, al principio, pueden sentirse cómodas
con él, aunque tarde o temprano le van a pedir que sea seguro y protector”,
cuenta Sinay.
¿Qué pasa cuando los varones se
animan a salir del caparazón que no les deja exteriorizar sus emociones?
Muchas veces lo hacen con una
sensibilidad femenina, que no es propia de ellos, y aquí hay otro peligro para
la pareja: que las mujeres adopten la figura de madre o hermana de sus maridos
o novios.
Sinay plantea una salida: “Uno de los aprendizajes que debemos
encarar los varones es averiguar cómo ser emocionalmente expresivos pero que no
sea a la manera de la mujeres, sino a nuestra propia manera”.
Un trabajo arduo, pero no
imposible, para un género al que le cuesta enfrentarse con su mundo interno.
“Los hombres siempre tienen algo más importante que hacer, que les permite postergar
el compromiso de empezar a trabajar en el campo emocional. Por eso, muchas
veces vemos que cuando finalmente se han agotado todas las vías de comunicación
y una mujer decide que así no puede seguir, el varón es el último en enterarse
de que está divorciado. Una separación no es un terremoto; es un proceso que se
va dando y que el hombre no registra porque no registra su lado emocional”,
señala Sinay.
HECHOS… Y TAMBIÉN PALABRAS
Si queremos cambiar las cosas,
parte del proceso implica mirarnos a nosotras. ¿Qué nos pasa a las mujeres ante
el silencio y las evasivas de los varones para hablar?
Seguramente nosotras también
tenemos algunas actitudes que podemos modificar para mejorar la comunicación.
“Algunas veces, cuando las
mujeres dicen que los varones no hablan, en realidad, lo que están diciendo es:
‘No me dice lo que quiero escuchar’, y esto puede ser porque no les gusta lo
que reciben o porque se dan cuenta de que el varón es muy vulnerable y ellas
van a tener que contenerlos a ellos”, explica Sinay.
Como para empezar a acercarnos,
las mujeres tendríamos que dejar de tener expectativas sólo en lo que los
hombres dicen o callan y deberíamos empezar a prestar atención a lo que hacen
los hombres.
“La mujer está pendiente de
cuánto tiempo hace que su pareja no le dice que la quiere, porque las mujeres
necesitan que les reafirmen las cosas todo el tiempo, y en este sentido, los
varones son distintos. Ellos dicen ‘Te quiero’
una vez y, como no ha variado su sentimiento, no creen que tengan que
estar repitiendo todo el tiempo algo que no ha cambiado”, explica el escritor,
y agrega: “Para lograr un mejor dialogo, el varón tendrá que decir un poco más
seguido cuáles son sus sentimientos y la mujer tendrá que estar atenta para
detectar de qué manera un hombre le demuestra que la quiere sin palabras. Esto
incluye si la ha invitado últimamente a salir, cómo la trata, cómo la mira”.
También, si él se da cuenta cuando ella necesita que la acompañe en momentos
difíciles o si es capaz de postergar algo para compartir un momento juntos.
Para Sinay el amor no está compuesto por declaraciones, sino por
acciones que requieren que uno mire al otro y vaya entendiendo sus necesidades
en la forma que el otro necesita que sean atendidas y no cómo uno cree que
deben ser atendidas. Para esto hace falta un diálogo mínimo.
“NADA”. “NO SÉ”. “ME DA LO MISMO”
Estas tres respuestas pueden
llegar a ser una pesadilla para nosotras, pero para los varones son naturales
porque, al igual que las mujeres, muchas veces no pueden expresar o identificar
qué les pasa. “Una relación debe tener una base de confianza que le permita
decir al otro: ‘No sé o no quiero hablar ahora’, que no quiere decir: ‘No
quiero hablar nunca o no quiero hablarte a vos’. Los varones no sabemos decir
esto porque nos movemos en un mundo que nos exige ser precisos y tener
respuestas para todo, pero en el mundo de las emociones no tenemos respuestas
inmediatas”, cuenta.
El escritor sugiere que, ante
estas situaciones, se puede decir: “En este momento no tengo la respuesta pero
me comprometo a hablar cuando pueda decir algo”, y ser honesto con esa promesa.
También debemos entender qué nos
dicen los silencios. “Hay pausas que son confortables, que no son un puente que
está levantado y por el que no se puede cruzar. Tal vez las mujeres tienen que
aprender a aceptar el silencio y los hombres tienen que aprender a compartir
una conversación. Dos personas que están seguras de su vínculo pueden quedarse
calladas toda una tarde porque están juntas de verdad”.
Sinay considera que en estos casos hay dos actitudes que no ayudan:
una es el cuestionamiento permanente de “por qué no hablás”, que lo único que
logra es que el varón se cierre como una ostra, y otra es que las mujeres
debemos evitar convertirnos en intérpretes porque nadie sabe qué es lo que pasa
realmente en el interior de una persona.
MITOS PARA DEMOLER
Existen algunos mitos alrededor
de la pareja que pueden traernos frustraciones. Dos de ellos son: que podemos
cambiar al otro y que para tener una buena relación hay que hablar mucho. Sobre
estos temas, Sinay también nos dio su
visión.
“Los hombres no creen que puedan
modificar a una mujer; más bien se preocupan de seducirla o conquistarla. En
cambio, las mujeres invierten mucha energía en cambiar a los hombres y esto es
algo que yo creo que no vale la pena porque las personas cambian cuando
necesitan cambiar, cuando sienten que no dan más, pero no cuando otro se lo
pide. Por otro lado _continua_, hay parejas que hablan mucho pero no dicen
nada. Lo que importa es la calidad de la palabra y de los silencios. No hay que
hacer generalizaciones de cuánto habla cada uno, hay que prestar atención a
cómo hablan, cómo son cuando están juntos, qué acciones amorosas van declarando
y construyendo”.
DE QUÉ HABLAMOS SI HABLAMOS DE…
¿Qué buscamos cuando hablamos con
nuestra pareja? ¿Qué nos escuche? ¿Qué nos dé la razón? ¿Solucionar un
problema? “Cuando un varón habla, trata siempre de ser preciso, de ofrecer
soluciones, de que no parezca que no supo decir algo adecuado y, además, repite
menos cosas _detalla Sinay_. En
cambio, la mujer empieza con una pregunta para saber qué le pasa al hombre y al
final no dice qué es lo que quería ella”. Así, las mujeres postergan sus
necesidades en función de los varones que, además, tienen permiso para no hablar
o para no escuchar porque son los proveedores económicos.
Según Sinay, este modelo convierte al varón en un acorazado y lo más
peligroso es la creencia de que esta figura se está desarticulando, porque
cuando esta idea se instala, es cuando más se fortalece.
Como para que sigamos pensando,
reflexiona: “Pienso que las mujeres tienen que empezar a mirar más las acciones
de los varones y ellos tienen que aprender a hablar y escuchar.
Los varones decimos que las
mujeres hablan mucho. Sí, es cierto; hablan más que nosotros ¿Cuál es el
problema? Son mujeres, no varones. Lo que no vale la pena es invalidar al otro.
Al fin y al cabo, las diferencias son las que nos van a permitir crear un
vínculo mejor, no las similitudes”.
Y
vos, qué opinas?…
Fuentes:
Revista “Viví Sophia” (Viviana
Alvarez y Carolina Cattaneo )
Sergio Sinay (Escritor)
en “La sociedad no quiere crecer
y Masculinidad tóxica”
Sergio Sinay nació
en Buenos Aires en 1947. Escritor y periodista, con formación en sociología y
psicología existencial, creó la revista Persona, dirigió Hombre (en su versión
original), Magazine, la revista mexicana Expansión y la revista dominical del
diario Clarín. Fue también secretario de redacción de la revista Perfil y jefe
de redacción de las ediciones iberoamericanas de Selecciones del Reader’s
Digest. Actual columnista del diario La Nación, de la revista Sophia y de la
publicación española Mente Sana, produce su propio sitio (www.sergiosinay.com)
y es autor de best sellers como La masculinidad tóxica, La sociedad de los
hijos huérfanos, La palabra al desnudo y Vivir de a dos. En Paidós ha
publicado: La felicidad como elección (2011), ¿Para qué trabajamos? (2012) y El
apagón moral (2013) Y otros tantos más…
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