Saben, hace unos días, me ocurrió algo, que me sorprendió:
Por apurada, y por dar una respuesta rápida, fui muy cortante en la
expresión; e inmediatamente, recibí una misiva de reclamos. Preguntándome: Que
me estaba sucediendo; si estaba enojada; Que pasaba, que estaba tan ausente;
Que no me estaba comunicando; etc., etc….
Yo sorprendida, les pregunté: Porqué estaban pesando eso??… Por qué
tanta susceptibilidad??… Que sí, reconocía que estaba ausente, pero los
motivos, eran solo por ocupaciones y no por otros motivos. Entonces, yo debería
pensar lo mismo de ellas; porque, yo tampoco he recibido comunicación alguna de
sus partes, etc., etc.
Al releer el mail enviado, comprendí, que a veces, por no detenernos
un segundo, podemos ser duras en una simple respuesta.
Luego, reflexionando, recordé este artículo que había leído; lo re
leí, y decidí publicarlo, para compartir con todos Uds. lo que me estaba
pasando, tratar de poner en práctica, lo ahí expuesto; y que también les
sirviera, a todos los demás, que están viviendo lo mismo…
Apúrate despacio
Por Agustina Rabaini – en Sophia
“Vivir no es correr, ni pensar
con prontitud: es desarrollarse en un espacio personalísimo, con una función
personalísima, más bien demorarse un poco, ‘apurarse despacio’ y marchar sin
olvidarse de nada”, escribió el autor Ezequiel
Martínez Estrada en Radiografía de la pampa, y cuánta sabiduría y belleza
encierran hoy sus palabras.
En nuestras ciudades llenas de velocidad, vivimos cada vez más
apurados y nos resulta difícil encontrar un equilibrio; más aún si corre el mes
de noviembre y el año se consume frente a nuestras narices.
Veamos el cuadro de situación: falta apenas un mes y medio para llegar
al ajetreo de las fiestas y todavía queda por resolver una lista interminable
de cuestiones: trabajo acumulado por entregar, los chicos con mucho que
estudiar para aprobar sus materias y terminar el cole, encontrar un lugar para
irnos de vacaciones, y poder ver a nuestros amigos y familiares más queridos
antes de fin de año. Eso sin contar los chequeos médicos, los balances de rigor
y otros mil y un compromisos pendientes…
Sin negar los ineludibles de la agenda, desde Sophia queremos
proponerte una mirada diferente: en vez de correr de un lado a otro y contagiarte
de la ansiedad generalizada, intentá encontrar un ritmo saludable, distinguí lo
urgente de lo que no lo es tanto, y no te exijas hacer en un mes lo que no
concretaste en lo que va del año.
Después de todo, en diciembre termina un año, pero enseguida empieza
uno nuevo que está a un solo paso de distancia. Y en la carrera por cumplir
compromisos y llenar casilleros, puede que se nos esté pasando por alto nada
menos que la vida.
Tomarse el tiempo que requiere un abrazo, permitirse esa conversación
sincera, disfrutar del reverdecer de los árboles y el aroma a paraísos de la
primavera; instantes que no caben en la agenda diaria, pero que le dan sentido.
Dice el escritor y terapeuta Thomas Moore: “Para
el alma, los más diminutos detalles y las más cotidianas actividades, llevadas
a cabo con conciencia, tiene un efecto mucho mayor que el aparente”.
El monje vietnamita Thich Nhat Hanh lo lleva aún más lejos y aconseja:
“Bebe tu té lentamente y con reverencia,
como si fuera el eje sobre el que gira la tierra: bébelo lentamente,
equilibradamente, sin correr hacia el futuro”.
Si nunca hay tiempo para estas pequeñas grandes cosas, cabe esta
pregunta: ¿Hacia qué estamos corriendo?
Con los pies en la tierra
“En noviembre, la ansiedad
frente al cambio que supone terminar el año y empezar uno nuevo empieza a percibirse
y es algo que en el Centro Hémera, especializado en ansiedad y estrés, llamamos
‘ansiedad anticipatoria’. Comenzamos a pensar en todo lo que tenemos que
afrontar y el solo hecho de pensarlo nos genera ansiedad y estrés.
Hay personas que tienen ansiedad social y a ellos pensar en
encontrarse con otros en las despedidas y fiestas de diciembre les provoca una
ansiedad terrible. A todos, para mejorar su vida diaria, les recomendamos
plantearse metas realistas y planificar de antemano lo más posible, de manera
que no se junte todo al final. Les sugerimos revisar las cosas que quedaron
pendientes y analizar cuánto de eso podemos hacer en otro momento; la clave está
en separar lo urgente de lo importante”, dice la psicóloga Patricia Gubbay de Hanono.
“Para
el alma, los más diminutos detalles y las más cotidianas actividades, llevadas
a cabo con conciencia, tienen un efecto mucho mayor que el aparente”.
dice
Thomas Moore.
¿De qué maneras podemos poner el pie en el freno, aunque sea de a
ratos, incluso en medio de la semana? La especialista sostiene: “Hoy existen
infinidad de prácticas, desde la meditación hasta los ejercicios de respiración
y las técnicas de mindfulness o las clases de yoga y natación, que nos ayudan a
sentirnos mejor, y a mejorar nuestra vida diaria. En cuanto al ejercicio
físico, recomiendo no querer hacer a último momento lo que no hicimos en el
año, para llegar mejor al verano, y elegir los ejercicios de elongación en vez
de hacer rutinas con aparatos y pesas, y ponerle aún más tensión al cuerpo”.
Desde la psicología y con amplia experiencia como máster en PNL
(programación neurolingüística), la licenciada Nora Pugliese aporta una visión
realista: “En el estrés de estos meses, es difícil plantearse ir más despacio
cuando tenemos que cumplir con una lista de obligaciones ineludibles.
Hay que poder diferenciar entre las demandas que tienen plazos
concretos y las que pueden esperar; con la ansiedad de esta época perdemos la
capacidad de discriminar y aceptamos, por ejemplo, todos los pedidos y demandas
sin negociar nada. No todo exige que le imprimamos la misma velocidad y no todo
necesita de la misma locura y apuro. Además, este también puede ser un buen
momento para aprender a soltar y delegar un poco en los demás, buscar ayuda”,
dice.
“La vida no se produce. Hay que aceptarla y
acompañarla. Es un misterio que exige respeto y dedicación. Tiene sus propios
ciclos y sus tiempos”.
dice fray Mamerto Menapace.
Graciela Astorga es master en
PNL y creadora de Taquion (una plataforma de juegos de autoconocimiento y
desarrollo personal).
Como experta en creatividad, aporta una buena manera de ganar
perspectiva: “Algo que podemos hacer es mirar ‘la línea del tiempo’ de nuestras
vidas desde afuera y tratar de ver lo que hay en vez de lo que estuvo faltando.
Podemos decir: ‘Hice lo mejor que pude; algunas cosas me salieron bien y otras
no’, y sostener una mirada amorosa hacia nosotras mismas. Si logramos ver lo
que hay, nuestra mirada se vuelve más completa y positiva y el estrés baja”.
La especialista recuerda que el genio de Albert Einstein tenía dos
formas preferidas de resolver un problema difícil: caminar alrededor de un lago
y tocar el violín. La meditación de la caminata y de la música fue artífice de
sus mejores ideas. “Una de las cosas que enseñamos para promover la creatividad
es hacer algo diferente en medio de la rutina: tomar un recreo y conectarnos
con lo que nos gusta. Una simple canción, un rico té o un pedazo de cielo
durante un paseo pueden hacer que, al volver, resolvamos mejor todo lo que
parecía trabado.”
Enfocar la mira
La doctora en Filosofía Paola Delbosco atiende el teléfono desde su
casa con la manera de hablar pausada de quien logró hacer cambios profundos en
su vida diaria, y nos ayuda a encontrar nuevos senderos: “En el mundo laboral
existe una exigencia muy grande de
alcanzar resultados a corto plazo, y cuando se acerca el último cuarto del año,
a todo el mundo le agarra un acelere impresionante porque ve que no está
llegando a cumplir los objetivos que se planteó, lo cual genera una sensación
de frustración.
Si, en cambio, ponemos el acento en nuestro crecimiento personal como
individuos, y en que, más allá de los resultados tangibles, vivimos bien un
nuevo año laboral y pudimos contribuir en la vida de otras personas, todo se
verá diferente”, dice.
Desde su casa, rodeada de hijos y nietos, Paola comparte cuán
beneficio le ha resultado rescatar cada mañana unos minutos para pensar,
meditar, reflexionar o agradecer el hecho de estrenar un nuevo día. “Antes de
entrar en el tobogán de las cosas que hay que hacer, recomiendo reservarnos
unos quince minutos para pensar, en dónde estamos parados a luz de quiénes
somos como personas y no tanto de los resultados que queremos conseguir. En mi
caso, esos minutos que dedico a pensar, meditar y rezar son mi antídoto contra
el apuro”, dice.
Paola Delbosco cuenta que se hace tiempo, una vez por semana, para
pasar un tiempo sola, lejos de la vida familiar. “Los domingos me voy un rato a
mirar pájaros. Después del almuerzo, abandono nietos, hijos, marido, y me voy
dos horas a una reserva natural que está cerca de mi casa. Lo disfruto mucho, y
cuando vuelvo, estamos todos contentos porque yo estoy de mejor humor y, de
paso, me doy cuenta de que no soy tan indispensable”, cuenta, y se ríe.
“Hagan
lo que les haga bien y no lo hagan como una receta médica porque todo será
forzado. Déjense llevar y practiquen todo aquello que tenga que ver con la
belleza, el bien y la verdad”, aconseja.
Preguntas que iluminan
En una columna publicada semanas atrás en Sophia online, el escritor
Sergio Sinay elogiaba la pausa y la idea de respetar nuestra velocidad interior
con gran belleza: “Detenerse significa contemplarse. No hacer nada. Tomar
conciencia de uno mismo. Conciencia real. Estos son mis pies, estas mis manos,
este es el latido de mi corazón, estas son mis piernas, este es el espacio real
que ocupo en el mundo, esto es lo que veo, estos son los sonidos que me rodean
(el canto de un pájaro, voces lejanas o cercanas, el mar, un motor, el viento, un
trueno, la lluvia, una melodía, el llanto de un bebé, un ladrido).
Este soy yo en el mundo, en este momento, a mi edad. Estas son las
sensaciones de mi cuerpo, y este es el ánimo que me embarga (¿Inquietud,
serenidad, una leve tristeza, incomodidad, una cierta alegría, enamoramiento,
agradecimiento, temor, esperanza? ¿Puedo darme tiempo para reconocerlo y
nombrarlo?)”, escribió.
Paola Delbosco acompaña su propuesta con preguntas llenas de riqueza:
“Todos los días tenemos que preguntarnos: ¿con qué verdades me encontré hoy?
¿Qué cosas buenas hice? ¿Qué cosas armoniosas o bellas contemplé?”.
Desde las páginas de Cuentos rodados (Editorial Patria Grande), el
sacerdote y escritor Mamerto Menapace se suma y nos recuerda la importancia de
aprender de los tiempos equilibrados de la naturaleza y respetarlos: “Si en una
fábrica de tractores se quiere acelerar la producción, se recurre a la
intensidad en el trabajo, y a la duplicación de la materia prima utilizada. Con
ello se consigue producir la misma cantidad en la mitad del tiempo. Para ello
basta una decisión eficiente del director de la fábrica. Pero si ese mismo
señor tiene un hijo, tendrá que esperar ansiosamente los nueve meses del
embarazo para poder ver su rostro (…) La vida no se produce. Hay que aceptarla
y acompañarla. Es un misterio que exige respeto y dedicación. Tiene sus propios
ciclos y sus tiempos (…) Nos está permanentemente contando sus parábolas, si es
que tenemos los oídos para oír, y el corazón para escuchar”, escribió.
“Los oídos atentos para oír y el corazón
despierto para escuchar”,
reza Menapace, y la invitación a traer lentitud, belleza y momentos de
reflexión a nuestras vidas (aún en pleno noviembre) queda hecha. Si lo tomamos
en serio, de manera consciente, pronto empezaremos a notar que nuestros
encuentros con otros, nuestras horas de trabajo y nuestros momentos de ocio, en
general, pueden volverse mejores y más placenteros. Intentemos vivir el tiempo
y cumplamos con nuestras responsabilidades y actividades sin medir las horas
todo el tiempo.
Hagamos espacio, démonos un respiro. O hagamos como propone Oprah, la
presentadora de televisión estadounidense, cuando dice, llena de
agradecimiento:
“Todos los días nos traen la oportunidad de vivir con tanta
alegría, diversión y risa como podamos aguantar. Respira hondo, sácate los
zapatos, anímate a salir a bailar”.
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