La Navidad es, sin lugar a dudas, una fecha sumamente especial para el
mundo entero. Independiente de nuestras creencias y de la visión que tengamos
en torno a ella, es un día que logra movilizarnos en distinta medida, re encantándonos
con su significado y motivándonos a recrear, para quienes la celebramos, un
ambiente lo más festivo y armónico posible en compañía de nuestros seres más
queridos y cercanos.
Si hay algo que nos caracteriza como seres humanos,
sobre todo en estos
días, es el hecho de andar a menudo con mucha prisa, sin contar con mucho
tiempo para dedicarlo a la organización de una instancia de reunión como es la
Navidad. Es por esto que es muy frecuente dejarnos llevar por la vorágine
externa que acompaña la celebración de este día, realizando a menudo grandes
gastos personales traducidos, entre otras, en la compra de una gran cantidad de
presentes a diversos tipos de personas
de modo de hacerlas sentir lo más contentas y conformes con esta celebración.
En este sentido, hay muchos quienes critican la Navidad y,
especialmente, el consumismo excesivo que la acompaña. Desde mi experiencia
personal, siento que, en realidad, no tiene nada de malo inicialmente. Muchas
veces sentimos la necesidad de liberar nuestra mente de las preocupaciones y
volcarla hacia aquellas cosas que nos hagan sentir más felices, aunque sea por
unos momentos. En este aspecto, elementos tales como el árbol de navidad, las
luces, la cena y la entrega de presentes constituyen toda una tradición y una
instancia de agradecimiento y la retribución hacia los demás. El punto es
cuando esto se vuelve el centro de estas fechas y se convierte más en una
obligación que en un disfrutar tranquilo y relajado, haciendo que se vaya
desvirtuando su significado y repercutiendo entre otras en nuestro nivel de
calma y, por qué no decirlo, también en nuestro bolsillo personal.
Existen distintas formas de celebrar la Navidad. Y si bien es cierto,
tendemos con bastante frecuencia a buscar aquello que nos sea más fácil y
práctico de realizar, esta fecha constituye una poderosa invitación para
celebrar con un sentido especial y trascendente para nosotros mismos y nuestro
entorno. Es por ello que me permito compartir tres aspectos que, en lo
personal, me han ayudado mucho a celebrar estas fechas desde un punto de vista
más profundo y, a la vez, igualmente festivo:
GRATITUD: La gratitud es
esencial; es darnos cuenta de todo lo bueno que somos y tenemos en este
momento, sin necesidad de nuevos elementos externos. Si hubiese un regalo que
pudiese realizar a cada uno es la invitación a practicar el poder de las
gracias tan solo unos minutos. Es impresionante el efecto que genera
instantáneamente en nuestro interior, cambiando nuestro nivel de energía
interna y volviéndonos más contentos, agradecidos y, por supuesto, más
festivos.
GENEROSIDAD: La generosidad
es una consecuencia natural de la gratitud. El desafío, en este caso, es sentir
que realmente estamos compartiendo algo con un valor más profundo.
Comprometernos a sentirnos mejor, a entregar lo mejor de nosotros desde nuestro
estado de ánimo, acordarnos de quienes no lo están pasando bien y realizar
pequeños gestos de reconciliación con quienes hemos estado distanciados son
hechos que, ciertamente, hacen una gran diferencia.
RESPONSABILIDAD: Tomar
responsabilidad por nosotros mismos cobra especial sentido en estas fechas.
Apreciar nuestra vida, celebrar por ello y cuidarnos a nosotros mismos, desde
la organización de nuestros gastos personales a la realización de una celebración
tranquila y sin riesgos ni excesos, son aspectos esenciales a considerar.
La Navidad, más allá de la celebración y de los regalos, es una gran
oportunidad para conectarnos con nosotros mismos y reflexionar de forma
sencilla en torno al verdadero espíritu que encierra esta fecha. Si pudiésemos
integrar estos tres aspectos y ponerlos
en práctica, ésta sería, muy probablemente, una fecha mucho más especial y con
un significado más amoroso y trascendente. Este es mi deseo y mi regalo para
cada uno de ustedes. Feliz Navidad para todos.
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