El encanto
de una posada con jardín botánico, bodega y una colección de 1100 cactus.
Goyo Aráoz de Lamadrid y su esposa Ana se asentaron en San Javier,
Córdoba, hace unos ocho años, para cambiar de estilo de vida. Sin embargo, no
perdieron sus ganas de hacer y convirtieron su finca en bodega con viñedos
propios, jardín botánico, una inmensa colección de cactus y hasta hostería,
todo bajo el paisaje serrano cordobés.
Finca El Tala Hotel y Bodega tiene una impronta particular. Las
casas están pintadas de colores estridentes -como rosa y violeta- que
contrastan con el verde de las parras y las especies nativas del lugar, como
los diferentes algarrobos, espinillos y los molles de beber. A eso se suma la
majestuosidad de las Sierras de Comechingones, que dominan las vistas.
Cactus, piedras y pircas van cosiendo el lugar e invitan al recorrido.
Aquí una escultura de un artista local, allá un sitio para sentarse, un
estanque o un grupo de enormes vasijas norteñas. Las perfectas líneas
arquitectónicas que dibujan los viñedos se destacan entre los pequeños montes
nativos que fueron respetados.
Primero fue simplemente crear un nuevo hogar en un lugar diferente,
rodeado de naturaleza y tierra fértil, un lugar lindo para vivir: las obras de
arte, las vasijas, la primera parcela de malbec. "Me gustaba mucho invitar amigos y poco a poco, al sumarse más
obras y proyectos, la gente quería venir a verlo", cuenta Goyo, alma
máter del proyecto, quien tenía tras de sí una experiencia de 8 años trabajando
como paisajista.
El estanque de la
bodega, junto a un jardín de cactus que produce un efecto muy especial.
El lugar se fue transformando en un sitio de interés para visitar y
fue así que, además de su casa particular, surgió el jardín botánico, las casas
de huéspedes que hoy son hostería, el restaurante, la pileta y la bodega.
La idea de la creación del jardín botánico nació a partir de la
adquisición de una colección muy grande de cactus de un coleccionista de Jujuy
y también de acuáticas. Con un grupo de agrónomos amigos y destacados asesores,
armó su jardín para la conservación de las especies. Mandó a hacer un cactario
con un herrero y artista local, con una representación del día de un lado -con
cactus y lagartijas- y de la noche -el búho y la luna- del otro. Este
invernáculo fue reemplazado hoy por uno mayor, de unos 150 m2, diseñado para
las cactáceas, con mayor ventilación y luminosidad, donde habitan unos 1.100
cactus de 450 especies diferentes.
El
cactario, hoy reformado y más grande aun, cuenta con una colección única de
cactus, digna de visitar.
Izquierda: Una de las
tres cabañas para huéspedes. Se encuentran separadas entre sí y cada una está
rodeada de un entorno natural,
lo que da lugar a una especial intimidad.
Derecha: La familia
Aráoz de Lamadrid entre los viñedos, que ya tienen 7 años y son transformados
en sus propios vinos.
Los estanques son un leitmotiv del lugar y en total suman 18, todos
ellos con nenúfares y lotos. También recurrentes y centrales son las obras de
arte de artistas locales: el caballo y el ñandú en hierro de Roberto Lisazo, el
dragón de Basilio Cheli, varias obras de materiales reutilizados de Laura
Dillon, pinturas de Dolores Mendieta y los carrillones de Faustino Mascotti,
afinados en escala pentatónica y que invaden de mágicos sonidos al ritmo del
viento.
Los primeros viñedos tienen ya 7 años y se espera que en un par de
años más ya estén en su pico de producción. La bodega es una de las últimas
construcciones y fue inaugurada a fines de 2017. De líneas modernas, la entrada
es a través de una gran escalinata entre canteros con piedras y cactus sobre
arena de mica y generosos estanques. Una pasarela sobrevuela las aguas. Así,
rodeados de una colección de magníficos cactus, se entra en la bodega que huele
a taninos y madera.
La
bodega es una de las últimas construcciones emprendidas por Goyo y Ana. El
dragón realizado por el artista Basilio Cheli (Bachi) sorprende en el ingreso a
la bodega.
En 2018 abrieron la hostería, con cinco habitaciones. La encargada de
agasajar a los huéspedes es Ana, que también se ocupa de los animales:
gallinas, abejas y por supuesto perros. Allí organizan eventos gourmet y
visitas al jardín y la bodega, que terminan con una degustación. Ya tienen un
nuevo proyecto de charcutería o fiambrería para las visitas y desayunos de los
huéspedes.
Sin embargo, no es un proyecto de explotación turística. Goyo y Ana
abrieron las puertas de su casa por el entusiasmo que demostraba la gente al
ver el jardín y las obras de artistas locales. "Queremos que la energía
circule. Un poco nuestra misión es que se despierten los sentidos de las
personas, por eso apostamos a lo lúdico, con los sabores de hierbas y vinos,
con los perfumes, entre la belleza del paisaje local".
Fuentes: Revista LUGARES
hotelybodega.com.ar
Por: Belén de Ancizar
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