Cuando
sientas frío, piensa en un sol radiante que ya te ha calentado.
Cuando
sufras una derrota, acuérdate de tus triunfos y tus logros.
Cuando
necesites amor, revive tus experiencias de afecto y ternura.
Acuérdate de
lo que has vivido y de lo que has dado con alegría.
Recuerda los
regalos que te han hecho, los besos que te han dado, los paisajes que has
disfrutado y las risas que surgieron de ti. Si has tenido esto lo podrás volver
a tener y lo que lograste lo podrás volver a ganar.
Alégrate por
lo bueno que tienes y por lo de los demás, desecha los recuerdos tristes y
dolorosos, y no te sigas lastimando. Piensa en lo bueno, en lo amable, en lo
bello y en la verdad.
Recorre tu
vida y en donde haya buenos recuerdos y emociones sanas, detente y vívelas otra
vez.
Visualiza
aquel atardecer que te emocionó.
Revive esa
caricia espontanea que te dieron.
Disfruta
nuevamente de la paz que ya has conocido, piensa y vive el bien.
Allá en tu
mente están guardadas todas las imágenes.
Y sólo tú
decides cuáles has de volver a mirar…
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