"Te estas volviendo vieja", me dijeron, "has dejado de
ser tú, te estás volviendo amargada y solitaria".
-"No", respondí. "No me estoy volviendo vieja, me estoy
volviendo sabia. He dejado de ser lo que a otros agrada para convertirme en lo
que a mí me agrada ser, he dejado de buscar la aceptación de los demás para
aceptarme a mí misma y he dejado tras de mí los espejos mentirosos que engañan
sin piedad.
No, no me estoy volviendo vieja. Me estoy volviendo asertiva,
selectiva de lugares, personas, costumbres e ideologías. He dejado ir apegos,
dolores innecesarios, personas tóxicas, almas enfermas y corazones podridos, no
es por amargura, es simplemente por salud.
Dejé las noches de fiesta por insomnios de aprendizaje, dejé de vivir
historias y comencé a escribirlas, hice a un lado los estereotipos impuestos,
dejé de llevar maquillaje en mi bolso, ahora llevó un libro que embellece mi
mente. Cambié los tragos de alcohol por sorbos de café, me olvidé de idealizar
la vida y comencé a vivirla.
No, no me estoy poniendo vieja. Llevo en el alma lozanía y en el
corazón la inocencia de quien a diario se descubre. Llevo en las manos la
ternura de un capullo que al abrirse expandirá sus alas a otros sitios
inalcanzables para aquellos que sólo buscan la frivolidad de lo material.
Llevo en mi rostro la sonrisa, que se escapa traviesa al observar la
simplicidad de la naturaleza. Llevo en mis oídos el trinar de las aves
alegrando mi andar.
No, no me estoy volviendo vieja. Me estoy volviendo selectiva,
apostando mi tiempo a lo intangible, reinventándome a mí misma".