Amamantar es algo más que nutrir al bebé, es alimentar su corazón, es
abrigar su alma, apaciguar sus miedos, sus soledades… Es por encima de todo,
construir un vínculo que nace de las miradas, de las emociones.
Resulta curioso cómo en ocasiones, actos tan básicos y elementales
como dar el pecho o el biberón a un hijo, cumplen en realidad muchas más
funciones de las que buscamos en un principio. Los aspectos emocionales que se
inscriben detrás de este acto cotidiano al que dedicas de media entre 6 meses o
2 años de tu vida, colman aspectos con los que construir el vínculo, con los
que asentar el apego.
Ese tiempo que vivimos a lo largo de la lactancia hace que casi sin
saberlo, nuestro bebé vaya madurando en cuanto a centros relacionados con la
atención y la percepción, con la visión y también con el proceso comunicativo.
Porque si hay algo que toda mamá sabe qué hace mientras da el pecho, es hablar
con su niño, es susurrarle, cantarle, decirle cuánto lo quiere.
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