Temía estar
solo, hasta que aprendí a quererme a mí mismo.
Temía
fracasar, hasta que me di cuenta que
únicamente
fracaso cuando no lo intento.
Temía lo que
la gente opinara de mí, hasta
que me di
cuenta que de todos modos opinan.
Temía me rechazaran,
hasta que entendí
que debía
tener fe en mí mismo.
Temía al
dolor, hasta que aprendí que
éste es
necesario para crecer.
Temía a la
verdad, hasta que descubrí la fealdad de las mentiras.
Temía a la
muerte, hasta que aprendí que no es el final,
sino más
bien el comienzo.
Temía al
odio, hasta que me di cuenta
que no es
otra cosa más que ignorancia.
Temía al
ridículo, hasta que aprendí a reírme de mí mismo.
Temía
hacerme viejo, hasta que
comprendí
que ganaba sabiduría día a día.
Temía al pasado,
hasta que comprendí que
es sólo mi
proyección mental y ya
no puede
herirme más.
Temía a la
oscuridad, hasta
que vi la
belleza de la luz de una estrella.
Temía al
cambio, hasta que vi que
aún la
mariposa más hermosa necesitaba
pasar por
una metamorfosis antes de volar.
Hagamos que
nuestras vidas cada día tengan más vida y
si nos
sentimos desfallecer
no olvidemos
que al final siempre hay algo más.
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