Es una emoción tan pesada que nos derrumba.
Se lleva toda la energía. Por eso, no solo desemboca en la temible depresión
sino en el síndrome de fatiga crónica. Para mantenerla en equilibrio, hay que
cambiar algunos métodos equivocados.
La vida nos hace pasar por intensos momentos de tristeza, abatimiento, desesperanzas y, a veces, hasta llegamos a deprimirnos. No tenemos motivaciones ni interés en el trabajo y llegamos al extremo de sentirnos agotados. Estos estados pueden durar unos días, pero cuando se instalan y alguien se siente así durante largos períodos de sus vidas, su salud está en riesgo.
La capacidad de conocimiento de uno mismo
es lo que ayuda a hacer un buen ajuste emocional. La tristeza es una emoción natural, que surge como expresión de la vivencia de
pérdida. Las personas que desarrollan más inteligencia emocional, tienen más
capacidad de superar la tristeza y evitar que se transforme, finalmente, en
depresión.
Una instancia de desequilibrio intermedia de
un mal manejo de la tristeza es el “síndrome de fatiga crónica”. En estos
casos, vemos que personas jóvenes, inteligentes y capaces, que han sido
enérgicas y muy activas, experimentan, casi sin motivo, cuadros de cansancio,
con dolores musculares, deseo de estar acostadas y hasta llegan a levantar
fiebre. El cuerpo puede estar hablando
en su lenguaje de síntomas de una pérdida o una gran tristeza que ha sido
sofocada o pasada por alto. Para que vuelva a hablar en lenguaje salud, los
mejores caminos son el autoconocimiento y el mirar hacia el propio interior.
Cuando no escuchamos a nuestro cuerpo, casi
como un intruso, pensamientos indeseados se instalan en la mente produciendo
una especie de horrible “rumiación” que nos agota. Son pensamientos que
implican cierta discrepancia entre lo que se siente y se hace. Normalmente,
aparecen de manera voluntaria y nos acompañan día y noche. Pueden estar ligados
a perdidas, desilusiones, vivencia de culpabilidad o dolores viejos,
frustraciones y tristezas.
En general, se presentan de esta manera:
. Son pensamientos
recurrentes, ajenos a la voluntad y persistentes.
. Suelen ir acompañados por malestar. Causados
por emociones fuertes vividas en el pasado, aunque no tengan ese contenido.
. Cuando más se trata de no pensarlo, se
vuelven más fuertes.
. Cuando estamos tristes, la energía vital y
los intereses no están dirigidos hacia el mundo externo y, entonces, tenemos la
posibilidad de estar más reflexivos y escuchar al mundo interior.
Tristeza
Acción y
reacción
La tristeza aparece frente a una pérdida,
una desilusión o un enojo como una anulación de los sentimientos. Es algo así
como llevarlos y guardarlos en un frasco interior.
La reacción está vinculada a la forma en
la que se vive la perdida, sobre todo, cuando se sobrevalora o exagera su
significado. También, cuando se la intenta minimizar o se niega el efecto que
tiene.
La negación es una forma de analgésico
que hace “desaparecer” el dolor por una pérdida, pero no lo resuelve y sus “efectos
colaterales” aparecen rápidamente, uno de ellos es la tristeza o el desgano.
Con el tiempo, se transformará en
depresión.
¿Qué hacer?
Gracias a la capacidad de reconocimiento de los
propios sentimientos podremos abordar la tristeza sin anularla. Por eso, tenés
que escuchar tu propio interior,
aprovechando esa emoción que de por sí, nos pone más reflexivos.
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