Mi abuela Memé, así le decíamos pero
su nombre de pila era Amelia, vivía en la ciudad de Córdoba. Y cuando solíamos
viajar a visitarla, ella nos esperaba, con algunas de sus exquisiteces. Casi
siempre salía secándose las manos con el delantal de cocina que era parte de su
vestuario y nos recibía con un fuerte abrazo a sus nietos que veía una vez por
año, siempre durante las vacaciones.
El olorcito dulce la acompañaba durante todo el recorrido
hasta llegar a la cocina, donde como todos sabíamos, estaba cocinando el Arroz
con Leche, con el que siempre nos agasajaba; era un clásico pedido de sus
nietos al que ella accedía contenta y no era el único, le seguían el pastel en
fuente, la pasta frola y un montón de otras exquisiteces, con las que nos
deleitaba.
Vivía en una casa de barrio, no muy moderna; algo oscura
y cerrada, por lo que olía a viejo. Una
parra de Uva chinche, formaba la galería, que hacía de antesala, al patio, con muchas plantas; entre las que
había un mandarino, al que, de muy pequeña, Yo le arrancaba sus mandarinas aún
verdes, y mi abuelo Fernando, me daba un reto y un chirlito en la mano, para
que no lo repitiera.
Recuerdo con gran goce,
una tarde de mucho calor, me encontraba sentada junto a Memé, bajo la parra de
la galería, cuando de pronto, cayó un enorme gusano verde. Mi abuela, que
siempre me contaba historias, a las que a mí, me gustaba escuchar atentamente,
miró al gusano, y me dijo:
Un día me contaron que un pequeño gusanito caminaba
en dirección al sol. Muy cerca del camino se encontraba un grillo. _ ¿Hacia
dónde vas?, le preguntó. Sin dejar de caminar, el gusanito le contestó: _ Tuve
un sueño anoche; soñé que desde la punta
de la montaña yo miraba todo el valle. Me gustó lo que vi en mi sueño y he
decidido realizarlo.
El grillo sorprendido le dijo
mientras se alejaba: ¡Debes estar loco!, tú un simple gusano, no podrás llegar
nunca. Una piedra será como una montaña, un pequeño charco como un mar y
cualquier tronco una barrera infranqueable.
Pero el gusanito ya
estaba lejos y no lo escuchó. Sus diminutos pies no dejaron de moverse.
De pronto oyó la voz de un
escarabajo, quien le preguntó hacia dónde se dirigía con tanto apuro. El
gusanito le contó su sueño y el escarabajo no pudo soportar la risa y le dijo:
_Ni yo con patas tan grandes intentaría una empresa tan ambiciosa.
Él se quedó en el piso
tumbado de la risa, mientras el gusanito continuó su camino.
Del mismo modo cruzaron
por el camino del gusano, la araña, el topo, la rana y la flor, quienes le aconsejaron a nuestro
amigo desistir de su intento.
_ ¡No lo lograrás jamás!, _ le
dijeron, pero en su interior, había un impulso que la obligaba a seguir.
Ya agotado, sin fuerzas y
a punto de morir, decidió parar a descansar y construir con su último esfuerzo
un lugar donde pasar la noche. ¡Estaré mejor!, fue lo último que dijo y murió.
Todos los animales del valle por días
fueron a mirar sus restos. Yacía ahí el animal más loco del valle. Había construido
un monumento a la insensatez, digno de alguien que murió por querer realizar un
sueño irrealizable.
En una mañana en la que el sol brillaba
de una manera especial, todos los animales se congregaron en torno a aquello
que se había convertido en una advertencia para los atrevidos. De pronto
quedaron atónitos. Aquel caparazón duro comenzó a quebrarse y con asombro
vieron unos ojos y una antena que no podía ser la del gusano que creían muerto.
Poco a poco, como para darles tiempo
de reponerse del impacto, fueron saliendo las hermosas alas arco iris de aquel
impresionante ser que tenían frente a ellos: una mariposa…
No hubo nada que decir, todos sabían
lo que haría: se iría volando hasta la gran montaña y realizaría su sueño, el
sueño por el que había vivido, por el que había muerto y por el que había
vuelto a vivir.
Todos se habían equivocado. _decía mi
abuela._
Todos tenemos un sueño
que cumplir, vivamos por él, intentemos alcanzarlo, pongamos la vida en ello y
si nos damos cuenta que no podemos, quizás necesitemos hacer un alto en el
camino y experimentar un cambio radical en nuestras vidas y entonces, con otro
aspecto, con otras posibilidades y con esfuerzo, seguramente lo lograremos.
El éxito en la vida
no se mide por lo que has logrado, sino por los obstáculos que has tenido que
enfrentar en el camino.
María Cecilia Fourcade
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