Cuando vi esta imagen, me vi allí:
Debajo de la ducha, dejando caer las gotas sobre mi cara mientras
tapaba mi boca y lloraba en silencio después de un día estresante lleno de
cansancio.
Se cansa el cuerpo, se cansa la mente, se cansa el alma. Sentir que
todo te duele y al mismo tiempo no está, no existe pero te duele y cansa.
Sea cual sea el motivo, el empleo, la familia, los estudios, las malas
relaciones, los amigos, los esposos ya sea buenos o malos.
La mente cansada ya no se acuerda de rutinas importantes, olvida donde
está la llave de casa, se olvida de pagar una cuenta importante incluso las más
simples, olvida la contraseña de la tarjeta.
Se despierta ya cansada, sin ritmo, sin ánimo. Pero despierta, pone su
armadura e incluso, herida y cansada, se obliga a ser fuerte, a ser la mujer
valiente que la sociedad te obliga a ser.
Ser fuerte no es ventajoso, es necesario, "matamos a un
león" por día y seguimos sonriendo.
Pero cuando estamos a solas, se derraman lágrimas, lloramos, no para
afuera, lloramos hacia adentro, y no porque nos falte coraje, es por el exceso
de él, que nos obliga a parecer impenetrables.
Lloramos para aliviar el dolor del alma, lloramos porque -a solas-,
podemos ver nuestras heridas, lamerlas y curarlas. Lloramos con nosotras mismas
para ser más fuertes.
"Sé fuerte y valiente" -me decían-, lástima que no avisaron
lo fuerte que era necesario ser.
No te avergüences por hundirte de vez en cuando, no te sientas incapaz
de llorar por el cansancio de tus días, que no te de vergüenza limpiar tus
heridas cuando ellas se enfermen.
Las mujeres sabemos cuán importante es llorar para mantener la
cordura.
Y no te preocupes ni tengas vergüenza, que te aseguro que en otras
casas también hay una mujer como nosotras, que está en la ducha tapándose la
boca y llorando en silencio dejando que el agua se lleve sus dolores...💜